viernes, octubre 30, 2009

NADA QUEDA...

Siento en mis brazos el pulular del cosquilleo que da el miedo recorriendo la piel. Un calor nacido de escalofríos llena mi alma mientras susurras en mi oído palabras que no deseo oír. Hoy salió el sol para todos menos para mí...

Nada más doloroso que unas palabras que maten la esperanza. Nada peor en este momento que saber que lo imposible existe. Nada que hacer cuando una burbuja de jabón ya ha explotado mientras volaba hacia mis manos.

Sentada en mi cama espero ver caer mis lágrimas en la almohada que tantos sueños me regaló. Esperando una llamada que me diga que todo fue una broma de la mente en forma de negra pesadilla. Pero la mañana avanza y el tiempo no me espera, no se detiene y me deja atrás con mi pena.

Miro por la ventana y a pesar de que el cielo está despejado, para mí hay tormenta.

Y salió volando mi sonrisa para dejar mi rostro sin ganas de sentir. Que nada queda si no tienes ganas de continuar, sin un camino que pisar, sin ilusiones que cumplir. Que nada queda sin los momentos que esperar, sin los ecos que escuchar, sin latidos ya en el corazón.

Que ya no me queda nada sin tí, mi vida.

Rosa MCM

MILA

Mila surgió de la nada. Sencillamente un día apareció como si hubiese estado siempre allí.

Era una niña extrañamente silenciosa, de piel muy blanca y unos profundos ojos verdes. Caían sobre sus hombros unos escasos rizos que parecían enmarcar su pequeña carita y le daba aspecto de muñeca de colección.

Allí donde iba, la conversación era realmente un monólogo, y Mila participaba profundamente con su silencio.

- No sé Mila – decía Doña Laura mientras barría la acera delante del portal – me parece a mi que si le compro un puzzle voy a estar recogiendo piezas del suelo todo el día. Puede que sea mejor un coche de esos teledirigidos, ya sabes, esos que funcionan sólo con darles a un botoncito – Doña Laura miró a Mila y vió en sus ojos una chispa de desaprobación – No es buena idea ¿verdad? Con un juguete así un niño no puede jugar, sólo mirar como se mueve un trozo de metal en forma de coche. Sí, tienes razón. ¿sabes? Me has dado una idea, creo que le compraré un buen libro, si, un libro de esos que tienen muchos cuentos, muchas histórias para dejar volar la imaginación – Doña Laura dejó de barrer – Ha sido muy buena idea Mila, voy ahora mismo a la librería a comprarlo.

Y mientras doña Laura entraba en el portal, Mila se alejó caminando calle abajo.

- Hola Mila – Saludó el frutero a la pequeña – Mira qué fruta he traido hoy del mercado ¿Te gusta? Estoy mirando la forma de colocar las cajas para que todo el que pase por delante de la frutería vea el bonito colorido de tanta fruta junta – dijo orgulloso del genero que había adquirido - ¿Crees que así está bien ? – Miró a la pequeña que observaba las cajas colocadas delante del escaparate y vió que en sus ojos se reflejaban los colores de la fruta – Si, creo que tienes razón Mila, las sandías y calabazas debería ponerlas detrás. Así no taparán a las cerezas. Gracias Mila, ahora mismo lo coloco mejor.

Y mientras el frutero ponía la caja de sandías detrás del resto de cajas, Mila se alejó caminando calle abajo.

Por donde Mila pasaba, todos tomaban sus propias decisiones, sin darse cuenta realmente de que Mila era muda.

Rosa MCM

OTRA NOCHE MÁS...


El eco de mis pasos perseguía la sombra de mi caminar mientras la noche llegaba a la ciudad. Los comercios cerraban las puertas y podía oir a lo lejos el metálico ruido de las persianas al bajarlas.

Aceleré el paso porque no me gusta la soledad de la noche en los callejones silenciosos y oscuros que surgían cuando tocaban más de las 10. Mi respiración se aceleraba, mi corazón bombeaba con fuerza y de mis labios escapaba un vaho cálido que formaba una pequeña neblina delante de mí.

Llegué al parque, miré a la derecha y allí estaba. Como cada noche en el mismo banco, sentado bien acurrucado entre unas arapientas mantas que encontró entre las basuras.

El viejo Fermín tiritaba mientras susurraba maldiciones y reía sin control.

Me acerqué despacio. Saqué de mi mochila una fiambrera con algo de sopa caliente. En un trozo de papel de aluminio había preparado un trozo de pollo asado con unas patatas. Se los ofrecí y Fermín, sonriendo pero sin mirarme, se puso a comer con ansia. Dejé en el banco, junto a Fermín, un litro de leche y dos manzanas. Esa noche no pude conseguir nada más para él. Le miré unos minutos y volví a deshacer mi camino.

Cuando llegué al hospital mental la puerta estaba cerrada y tuve que saltar la valla como otras noches había hecho. Entré por la ventana de la cocina, miré el tablón junto a las neveras, allí colgaba el menú del día siguiente. Fermín podría cenar verduras y merluza al vapor, si conseguía volver a escaparme otra noche más. Corrí por el pasillo hasta mi habitación, la número 177, nadie me vió. Me acurruqué en unas mantas cálidas, en una cómoda cama de un hospital mental donde me mantienen encerrada por "loca".


Rosa MCM

TODAS LAS MAÑANAS A LA MISMA HORA




Todas las mañanas a la misma hora, con firme puntualidad. Así eran Tomás y Julio, dos señores que una vez alcanzada su etapa anciana, se sentaban cada mañana en el banco que había frente al mercado de San Antonio para ver pasar el tiempo. Se conocieron allí mismo, en el banco de madera verde, hacía ya algunos años.

En sus rostros toda una vida se dibujaba en las arrugas de su piel, que contaban, si uno se fijaba bien, todas las penas y alegrías que la memoria ya había olvidado.

Por delante pasaban mujeres cargadas con bolsas de la compra, niños camino de la escuela, jovenes con auriculares gritándoles música en los oídos... toda la vida pasaba por delante de ellos.

- Dime, ¿Cuál dirías que es el momento más feliz de tu vida? – preguntó Tomás.

- ¿El más feliz? – Respondió Julio sin dejar de mirar a aquella joven que paseaba a su perro mientras hablaba por el móvil - ¿Cómo recordarlo? Fueron tantos los momentos vividos que apenas recuerdo alguno concreto o quizá sea que ninguno fue bueno...

- ¿Qué me dices Julio? – se sorprendió Tomás – Son los momentos felices los que se han de recordar y dejar para el olvido los malos tiempos.

- Ay, Tomás, ¿Crees que las cicatrices se olvidan? – esta vez miró a su compañero de banco.

- Las cicatrices son precisamente el recuerdo de las heridas, no es lo mismo.

- ¿Y qué me dices de las heridas del Alma? – Respondió Julio - ¿O me vas a decir que nunca te han herido el Alma?

Tomás guardó silencio con sus manos posadas sobre su bastón y sintió por un momento un escalofrío en el corazón.

- El momento más feliz – continuó Julio – es cada vez que puedo recordar la cara de mis padres. Cada vez que consigo recordar los nombres de toda mi extensa familia. Cada vez que me encuentro bien y puedo bajar a pasar una mañana más en este banco – dijo mientras acariciaba la áspera madera – y cada vez que puedo volver a casa donde me espera mi soledad, para recordarme que a pesar de todo mañana será otro día.

Tomás callaba.

- ¿Cuál es el momento más feliz de mi vida, me preguntas? – continuó Julio – Sin ninguna duda, es Ahora.

Volvieron a mirar la vida que pasaba por delante de ellos. Allí estaba la señora María, que cada mañana cruzaba la calle con paso ligero, como dando saltitos, para comprar el pan en el horno del mercado.

- Buenos días caballeros – dijo deteniéndose delante de ellos - ¿cómo se encuentran hoy?

- Más viejos que ayer, pero más jóvenes que mañana – respondía siempre Tomás

- Contentos de estar aquí y verte María – dijo Julio

- Y yo me alegro de verles tan bien. Hasta mañana Señores que pasen un buen día – se despedía como siempre María

Poco después Tomás se levantó, y despidiéndose de Julio añadió:

- Pues el momento más feliz de mi vida es cuando alguien se acuerda de mí, aunque sea sólo durante un segundo cada día, como lo haces tú... como lo hace María.

Julio sonrió y levantó la mano dejándola caer de nuevo sobre su rodilla a modo de despedida.

Como cada mañana, los dos ancianos dejaban el banco verde para volver a la soledad, a la espera de un nuevo día, de una nueva mañana sentados en el banco que hay delante del mercado de San Antonio.


Rosa MCM

martes, octubre 06, 2009

COMENZANDO DE NUEVO




Perseguir el aire que se lleva mi aliento, en un intento vano de atrapar sueños con las manos...
Perseguir a mi sombra que corre aferrada a mi, sin dejarse ver en la luz de la esperanza...
Perseguir lo alcanzable porque lo demás ya escapó de mis planes...

Y me encuentro en un mar de almas sin rumbo, mirando sin ojos al destino que se oscurece...

Escapo de las tinieblas que el dragón del miedo fabrica en sus entrañas...
Escapo de la rutina de no ser nada...
Escapo del sentimiento de haber tocado fondo...

Y encuentro un nuevo camino, lleno de piedras, pero al menos es un nuevo camino...

Tomo fuerzas para dar el primer paso y no caer...
Tomo precauciones para no sentir la decepción correr por mi cuerpo...
Tomo las riendas de mi vida, haciendo un nuevo plano de la Isla del tesoro... cuando el tesoro es mi vida.

Rosa MCM