viernes, octubre 30, 2009

OTRA NOCHE MÁS...


El eco de mis pasos perseguía la sombra de mi caminar mientras la noche llegaba a la ciudad. Los comercios cerraban las puertas y podía oir a lo lejos el metálico ruido de las persianas al bajarlas.

Aceleré el paso porque no me gusta la soledad de la noche en los callejones silenciosos y oscuros que surgían cuando tocaban más de las 10. Mi respiración se aceleraba, mi corazón bombeaba con fuerza y de mis labios escapaba un vaho cálido que formaba una pequeña neblina delante de mí.

Llegué al parque, miré a la derecha y allí estaba. Como cada noche en el mismo banco, sentado bien acurrucado entre unas arapientas mantas que encontró entre las basuras.

El viejo Fermín tiritaba mientras susurraba maldiciones y reía sin control.

Me acerqué despacio. Saqué de mi mochila una fiambrera con algo de sopa caliente. En un trozo de papel de aluminio había preparado un trozo de pollo asado con unas patatas. Se los ofrecí y Fermín, sonriendo pero sin mirarme, se puso a comer con ansia. Dejé en el banco, junto a Fermín, un litro de leche y dos manzanas. Esa noche no pude conseguir nada más para él. Le miré unos minutos y volví a deshacer mi camino.

Cuando llegué al hospital mental la puerta estaba cerrada y tuve que saltar la valla como otras noches había hecho. Entré por la ventana de la cocina, miré el tablón junto a las neveras, allí colgaba el menú del día siguiente. Fermín podría cenar verduras y merluza al vapor, si conseguía volver a escaparme otra noche más. Corrí por el pasillo hasta mi habitación, la número 177, nadie me vió. Me acurruqué en unas mantas cálidas, en una cómoda cama de un hospital mental donde me mantienen encerrada por "loca".


Rosa MCM

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