viernes, octubre 30, 2009

TODAS LAS MAÑANAS A LA MISMA HORA




Todas las mañanas a la misma hora, con firme puntualidad. Así eran Tomás y Julio, dos señores que una vez alcanzada su etapa anciana, se sentaban cada mañana en el banco que había frente al mercado de San Antonio para ver pasar el tiempo. Se conocieron allí mismo, en el banco de madera verde, hacía ya algunos años.

En sus rostros toda una vida se dibujaba en las arrugas de su piel, que contaban, si uno se fijaba bien, todas las penas y alegrías que la memoria ya había olvidado.

Por delante pasaban mujeres cargadas con bolsas de la compra, niños camino de la escuela, jovenes con auriculares gritándoles música en los oídos... toda la vida pasaba por delante de ellos.

- Dime, ¿Cuál dirías que es el momento más feliz de tu vida? – preguntó Tomás.

- ¿El más feliz? – Respondió Julio sin dejar de mirar a aquella joven que paseaba a su perro mientras hablaba por el móvil - ¿Cómo recordarlo? Fueron tantos los momentos vividos que apenas recuerdo alguno concreto o quizá sea que ninguno fue bueno...

- ¿Qué me dices Julio? – se sorprendió Tomás – Son los momentos felices los que se han de recordar y dejar para el olvido los malos tiempos.

- Ay, Tomás, ¿Crees que las cicatrices se olvidan? – esta vez miró a su compañero de banco.

- Las cicatrices son precisamente el recuerdo de las heridas, no es lo mismo.

- ¿Y qué me dices de las heridas del Alma? – Respondió Julio - ¿O me vas a decir que nunca te han herido el Alma?

Tomás guardó silencio con sus manos posadas sobre su bastón y sintió por un momento un escalofrío en el corazón.

- El momento más feliz – continuó Julio – es cada vez que puedo recordar la cara de mis padres. Cada vez que consigo recordar los nombres de toda mi extensa familia. Cada vez que me encuentro bien y puedo bajar a pasar una mañana más en este banco – dijo mientras acariciaba la áspera madera – y cada vez que puedo volver a casa donde me espera mi soledad, para recordarme que a pesar de todo mañana será otro día.

Tomás callaba.

- ¿Cuál es el momento más feliz de mi vida, me preguntas? – continuó Julio – Sin ninguna duda, es Ahora.

Volvieron a mirar la vida que pasaba por delante de ellos. Allí estaba la señora María, que cada mañana cruzaba la calle con paso ligero, como dando saltitos, para comprar el pan en el horno del mercado.

- Buenos días caballeros – dijo deteniéndose delante de ellos - ¿cómo se encuentran hoy?

- Más viejos que ayer, pero más jóvenes que mañana – respondía siempre Tomás

- Contentos de estar aquí y verte María – dijo Julio

- Y yo me alegro de verles tan bien. Hasta mañana Señores que pasen un buen día – se despedía como siempre María

Poco después Tomás se levantó, y despidiéndose de Julio añadió:

- Pues el momento más feliz de mi vida es cuando alguien se acuerda de mí, aunque sea sólo durante un segundo cada día, como lo haces tú... como lo hace María.

Julio sonrió y levantó la mano dejándola caer de nuevo sobre su rodilla a modo de despedida.

Como cada mañana, los dos ancianos dejaban el banco verde para volver a la soledad, a la espera de un nuevo día, de una nueva mañana sentados en el banco que hay delante del mercado de San Antonio.


Rosa MCM

No hay comentarios: